GG Allin es un músico de punk rock. Compone y toca canciones sobre violar mujeres. Sobre pegarles. Cortarlas. Lastimarlas. Matarlas. Sobre abusar de menores. Sobre linchar negros y asesinar maricas sidosos. En sus shows golpea a la audiencia. Les tira botellazos. Se corta. Sangra. Hace sangrar. Caga en el escenario. Se refriega la mierda que acaba de cagar. Se la come. Se la arroja a la audiencia. Tiene montones de fans. Lo admiran. Lo consideran un rebelde. Un transgresor. Un mesías. Se vuelve una celebridad mediática. Participa de los talk shows televisivos de mayor audiencia. Dice que se va a suicidar en el escenario. Dice que si viola a una adolescente, gracias a él, la chica será más fuerte al crecer. Dice que salvará al rock'n'roll. Un día se muere de la manera más banal: una sobredosis. Pasan veinticinco años. Todavía se filman documentales sobre él. Se escriben tesis de doctorado. Su música entra a los karaokes. Se hacen homenajes. Muñequitos. Remeras. Máscaras. Todavía seguimos hablando sobre él. Todavía nos entretiene.
“Nosotros, los normales”, el libro de Marcelo Pisarro recién publicado por IndieLibros, trata acerca de la música de GG Allin y de cómo esta música, y los símbolos y los gestos provocados por esta música, instauraron nuevas normalidades cotidianas sin que apenas nos diéramos cuenta. La pregunta es cómo una música particularmente mala y orillera, impulsada por el racismo, la xenofobia, la pedofilia, la coprofilia y la misoginia, por la llamada al asesinato, a la violación y al abuso de menores, consiguió volverse cultura aceptada. Cultura legítima. Parte de la silenciosa familiaridad de los actos cotidianos. Pero también objeto de celebración: de diferencia, de transgresión.
El autor propone que transgredir prohibiciones es una banalidad. Sucede todo el tiempo. Existen reglas previstas por ritos, por costumbres, por géneros discursivos y por acuerdos de sentido para contener, crear, distribuir, vender y consumir transgresiones. Si la prohibición dice “No hagas eso”, la transgresión le responde: “Yo hago lo que quiero”. Y lo dice en conformidad con un conjunto de reglas bien constituidas para que algo así pueda ser dicho.
La hipótesis del libro es que GG Allin, autoproclamado terrorista del rock’n’roll, fue una excepción a las reglas, y a la vez, un principio de reglamentación para todas las demás excepciones del mercado. Un recordatorio, tan pertinente para la música de punk rock, de que si fuiste capturado por los lenguajes de época, atrapado por los imperativos del poder, entonces, tal vez, no eras tan radical como pensabas.
“Nosotros, los normales”, escrito por Marcelo Pisarro, se publicó en la nueva colección de ensayos Panorámica, que Patricia Kolesnicov dirige y edita para IndieLibros.
2 comentarios:
Buen post....la gente no piensa lo que consume....GG allí era un pobre loco sin ideas de ningún tipo....solo provocar asko....y lo conseguía. Fuck off GG allin
y llego el hippie punk a chillar jajajaxD
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