Hace un tiempo alguien me pidió el reportaje Punk y heroína en la Euskadi de los 80, el cual hice en su día para el primer número de la efímera y ya extinta (por ahora) revista on-line Música y Decibelios. Resulta que no se lo pude pasar entonces por no poder encontrar el archivo Word donde lo escribí, así que le remití al Nacho WC (editor del proyecto). Hace unos días lo encontré en una antigua copia de seguridad que tenía por casa y es por ello que lo publico ahora. Lo hago además porque acaba de salir un libro que trata sobre la materia y que se titula A los pies del caballo. Narcotráfico, heroína y contrainsurgencia en Euskal Herria. Está escrito por Justo Arriola y lo edita Txalaparta. En este enlace podéis escuchar una entrevista al autor.
- NOTA: el reportaje está tal cual lo escribí en 2009, con sus errores y aciertos. Únicamente he añadido fotografías y he puesto los enlaces a las noticias y demás en el mismo texto (los que aún funcionan).
Punk y heroína en la Euskadi de los 80
A finales de los años 60 y durante los 70 se sucede el boom de los movimientos contraculturales por diferentes países. Aquí este resurgir tardaría un poco más en llegar, dándose en mayor medida sobre todo después de la muerte del dictador Franco. La llegada de los 80 coincidiría con una fuerte crisis económica a nivel mundial. En Euskadi son años de reconversión industrial, de mucho paro y del recrudecimiento del conflicto armado ETA vs Estado. En el ámbito cultural, los jipis poco a poco van desapareciendo y los cantautores pasan de moda; llega el rock y también el punk. De las anfetas, tripis o porros se pasará progresivamente al speed y a la heroína. Son los tiempos del No future, del Vive rápido y muere joven reflejados en multitud de canciones de la época, auténticas odas a la autodestrucción y al desfase como “Incorruptible” o “Ahógate” de RIP, “Me da igual” o “Un día más” de Vómito, “Lakasitos” o “Puta sociedad” de Distorsión, “Txus” de La Polla Records, “Reggae del vómito” o “Inadaptados” de Cicatriz, “Cerebros destruidos” o “No quiero cambiar” de Eskorbuto, “Intenta disfrutar” de Radikal HC… todos ellos temas de los primeros tiempos de los grupos y tan solo una pequeña muestra de ese carácter autodestructivo al que nos referíamos.
La epidemia estaba empezando y nadie por entonces podía imaginar los devastadores efectos que luego vendrían. La década de los 80 es en ese sentido conocida como La década de la muerte. La heroína hizo estragos en toda la península, pero en Euskadi se cebó de forma brutal y desproporcionada, dejando seriamente tocada a toda una generación de jóvenes muchos de los cuales se quedarían por el camino. No exageramos, repasando la hemeroteca de El País.com encontramos noticias como la del 4 de marzo del 84 (Euskadi, a la cabeza del consumo de heroína en España); otra del 29 de abril de ese mismo año (San Sebastián tiene la mayor proporción mundial de población adicta a la droga); y otra muy sintomática, cuatro años después, (Euskadi registra el mayor número de casos de SIDA en España), del 28 de octubre del 88. El punk y el espíritu antisocial de aquellos años fue presa fácil para el caballo. Pero si hablamos de drogas en Euskadi surge siempre el debate de si el estado tuvo algo que ver en la masiva entrada de estupefacientes allí, sobre todo estando el conflicto vasco de por medio y teniendo en cuenta el carácter tan combativo que adquiría cualquier tipo de movilización en EH.
La batalla de Euskalduna |
En el año 83 entra en vigor el Plan ZEN (Zona Especial Norte, el split de Eskorbuto y RIP toma su nombre de él), ideado no solo para acabar con la lucha armada de ETA, sino también para anular la esencia contestataria de la sociedad vasca. Manifa tras manifa, ya fuera de currelas, estudiantes o relacionadas con el conflicto en si, eran ostias aseguradas con la policía en aquellos años. Resulta cuanto menos paradójico que, estando Euskadi literalmente tomada por la Policía Nacional y la Guardia Civil, la droga circulase con tanta complacencia y que ésta se pudiera conseguir de forma tan sencilla. Esto obviamente inducía a la sospecha, más tarde reafirmada tras numerosos juicios por narcotráfico en los que se vieron envueltos numerosos miembros de las fuerzas de seguridad del estado. Una película que reflejó esta situación fue la saga de El pico, film dirigido por Eloy de la Iglesia y estrenado en el 83, donde se nos muestra la vida de dos jóvenes heroinómanos en el País Vasco de los 80, introduciendo además, pinceladas varias sobre el conflicto mismo (tortura, guerra sucia…). Obviamente fue muy criticada en su día, tal como podemos comprobar en una noticia rescatada de nuevo de la hemeroteca de El País.com del 18 de septiembre del 83 (La película de Eloy de la Iglesia, considerada oportunista y comercial).
ETA llegó a atentar contra numerosos locales a los que relacionaba con el narcotráfico y en los que a menudo, paradójicamente, estaban frecuentados por los mismos músicos de los grupos. Fue el caso por ejemplo del Club 51, bar de Santurtzi, al cual iba Roberto Moso de Zarama y en el que conocería a Jualma Eskorbuto en la época posterior en el que se pasó a llamar Jandros. Otro ejemplo paradigmático sería el atentado con bomba que destruyó la discoteca en la que La Polla Records grabó su primer disco En directo del 88. Eskorbuto y Cicatriz son seguramente las bandas que siempre salen a relucir cuando se habla del problema de la heroína y sus consecuencias, no en vano ambos grupos sufrieron numerosas bajas en sus filas por culpa de ésta y del SIDA. Eskorbuto perdió a Josu (31-5-92) y a Jualma (8-10-92); Cicatriz a todos sus miembros (Pepín en el 90, Paquito y Pedro en el 93 y Natxo en el 96). Pero hubo más bajas en otras formaciones. Víctor de Vómito fallecería en el 95 y los RIP perderían a su bajista Portu en el 97. Son quizá ejemplos de las bandas más conocidas y que acabaron en fatal desenlace, pero fueron muchísimos los grupos de aquellos años que sufrieron en mayor o menor medida el problema de la heroína y sus efectos.
Eskorbuto (Mallorca 1986) |
Que esté mínimamente documentado, encontramos por ejemplo el caso de Evaristo de La Polla Records/ Gatillazo, que nos sorprendió con unas declaraciones hace un tiempo en las que aseguraba que “En toda mi vida me habré metido 10 chutes y se me quitaron las ganas con la hepatitis B, así que empecé con la macrobiótica y las verduras. Ahora también paso de eso” (Diagonal, 6-7-2005). Unos cuantos años antes, en una publicación catalana ya desaparecida, Charly (guitarra de La Polla Records), relataba los “15 años que llevaba metido en el barro, en la miseria, en el autocastigo que supone el enganche” (El Huevo Gordo, diciembre del 93). Desconocemos a día de hoy la suerte de este mítico personaje. Si alguien cree que únicamente caían las bandas más destroyers o nihilistas, está equivocado/a. Fermin Muguruza (Kortatu/ NG), reconoció en una entrevista publicada en el fanzine Mondo Brutto que él también estuvo metido durante un tiempo, cosa que le acarreó contraer la hepatitis C, para acabar hablando de la implicación de los gobiernos en el tema de las drogas para terminar con determinados movimientos: “…A los Black Panthers también los combatieron con heroína, a los indios americanos con alcohol, en la actualidad, también en los USA, han llevado crack a los barrios negros. La heroína es un elemento de control, un elemento desmovilizador…” (MB nº 20, invierno del 2000). Y ya que estamos con Fermin, retomemos el asunto de la implicación del estado en el tema de la heroína, recordando que Negu Gorriak fueron denunciados en el 93 por el entonces coronel Enrique Rodríguez Galindo (alto mando de la Guardia Civil), porque en la canción “Ustelkeria” (podredumbre), del disco Gure jarrea del 91, lo relacionaban con redes de narcotráfico (Informe Navajas). Tras un primer fallo judicial en el que obligaban al grupo a pagar 15 millones de las antiguas pesetas (90.000 euros) al después ya general, se pasó finalmente a la absolución de la banda tras la correspondiente apelación.
Conciertos NG tras la victoria sobre Galindo |
Continuando con más testimonios sobre la implicación del gobierno en la introducción de drogas en Euskadi, rescataremos las declaraciones de Manolo Gil (realizador de numerosos videos de grupos vascos) en el documental Salda badago, los inicios del rock vasco (Iker Trebiño, 2002), en el que declaraba haber visto como Guardias Civiles pasaban heroína en las puertas del bar que por entonces regentaba; Iñaki Zarata, crítico musical, también se manifiesta en el mismo documental en la tesis de que alguien del poder estaba detrás del narcotráfico. Diferente opinión es la expresada por Claus Groten, bajista de Vómito, en el blog Adiós Lili Marleen, según él “…no termino de creer en esa teoría. La prueba es que en otros lugares del estado la heroína también entró con fuerza y acabó con las vidas de muchos jóvenes. Puede que hubiera miembros de las fuerzas de seguridad en el ajo, pero por motivos mafiosos como en otros sitios…”.
RIP (1983) |
Con el paso de los años, siendo ya todo el mundo consciente de la lacra que significaba la heroína y sus fatales secuelas (SIDA sobre todo), observamos como el discurso autodestructivo del No hay futuro en los grupos va variando, apareciendo así numerosas canciones en contra del jaco y que intentan concienciar de la ruina que comporta su consumo. También se percibe un cierto resentimiento a la figura del yonky, debido quizá a los actos de delincuencia que la adicción llevaba a realizar a los heroinómanos. Pablo Cabeza, periodista musical que trabaja para el diario Gara, explicaría una “anécdota”, al ser preguntado por la parte negativa del rock vasco (la droga), en la que recordaba “…Un grupo de Iruñea, omito su nombre, aunque llegó a grabar para Discos Suicidas en un recopilatorio, en el que uno de sus componentes terminó en el trullo innumerables veces por dar palos para la droga. Llegó a asaltar un comercio dos veces en una semana, a cara descubierta y con el pelo teñido de rosa. Un cachondo ahorcado por la vena…” (El Tubo nº 64, abril del 95). También Roberto Moso, en su libro Flores en la basura, explica como los Eskorbuto se vieron envueltos en episodios similares aunque sin mucho resultado: “…Es que no valían para malos. Si trataban de robar en una iglesia, despertaban a todos los vecinos y acababan en chirona. Si pretendían dar un tirón, la dueña del bolso resultaba ser campeona olímpica y corría más que ellos. Si se colaban en el tren, los guardias jurados les daban pal’pelo…”.
Stéfano Tamburini ("Nivel 30", Kortatu) |
Ejemplos de temas con ese nuevo enfoque del que hablamos serían, por ejemplo, “El escorpión” de La Polla Records (Donde se habla, 88); “Nivel 30” de Kortatu (El estado de las cosas, 86); “Yonky” de MCD (Jódete, 88)… y muchas otras ya en los 90 como “Arratoi arraza” de Zarama (Bostak bat, 90); “Ke no te hagan llorar” de Soziedad Alkohólika (SA, 91); “La puta droga” de Potrotaino (S/T, 94); “Voy a por ti” (contra los camellos) de Anticuerpos (S/T, 92); etc. En los 90 el grado de concienciación era ya mayor y de hecho es en esos años cuando el consumo de heroína empieza a bajar. Muy atrás quedaban ya los tiempos en que meterse caballo era “cool” y estaba mitificado porque muchas de las grandes figuras del rock o del arte lo hacían. Un año antes de morir de SIDA, Josu Eskorbuto salía entrevistado en un programa de Tv hablando de la droga (este video se puede encontrar fácilmente en Youtube). En dicha entrevista explicaba que se metió en la droga porque veía que los de su grupo favorito (nombra a los Rolling) también se drogaban, en lo que era para él entonces una forma de protestar contra la sociedad, y termina alertando a la juventud de que no lo hagan. A raíz del fallecimiento de Josu, su compañero de grupo Jualma (que moriría tan solo unos meses después también de SIDA), declaraba sin tapujo alguno que “…La época en que el rock y las drogas estaban más unidos fue sin duda la mejor de todas…”, reconociendo que “…Las mejores canciones (de Eskorbuto) se compusieron en la época de la psicodelia…” (El Tubo nº 34, julio- agosto del 92). Natxo Etxebarrieta (Cicatriz) era sobrino del primer militante de ETA muerto en enfrentamiento con la Guardia Civil (Txabi Etxebarrieta). Natxo Cicatriz fue activista en su juventud y llegó a militar incluso en organizaciones abertzales. Natxo relataba en un libro “…Así hasta los catorce o quince años; luego, empecé a fumar porros, empecé a desviarme ya de tanto politiqueo y tanto rollo; me empezó a tirar el rock’n’roll, de la calle y de la movida…”. Reconociendo que “…Pensaba morir por ETA, vamos, mi máxima ilusión era ser etarra…”, y para terminar diciendo “… Me gustaría que la heroína no existiera pero, ¡hostias! Está ahí y nosotros (Cicatriz) hemos caído cantidad de veces en la trampa. Es seguir el rollo al sistema, ya te digo, estamos hechos unos desgraciados…” (Del txistu a la telecáster. Crónica del rock vasco, 1996).
El destrozo que hizo la heroína a toda una generación de músicos vascos (y no músicos) fue considerable, mucho mayor que el daño que hubo en otras regiones o ciudades. La sombra de la sospecha sobre el estado y si tuvo algo que ver en ello siempre estará ahí presente, lo mismo que el interminable conflicto vasco. En pleno siglo XXI ya no quedan excusas que valgan con el tema de las drogas, se llamen heroína, cocaína o éxtasis. Hay que aprender a no mitificar nada por muy atractiva que nos resulte una historia plagada de sexo, drogas y rock and roll. Cualquier adicción significará siempre sumisión. Los que no consumimos quizá no hagamos tampoco la Revolución por un y mil motivos, pero eso es ya otra historia y quizá más complicada de explicar aún.
ALM
Gracias por la info. salud y libertad.
ResponderEliminarMuy pobre el texto.
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